Don Celestino llegó mucho antes que los generadores eólicos a los terrenos que hoy son ocupados por estos gigantes. Tenía 8 años de edad y hoy tiene ya el cabello blanco. El parque eólico fue instalado hace 10 años dejando a su tierra rodeada de 117 generadores que trabajan las 24 horas del día produciendo un zumbido constante y afectando de varias maneras a Celestino, su siembra y sus animales.
Recuerda que cuando recién fueron instalados, nacieron sus becerros con una hernia gigante. Cuando participaba en las barricadas en 2013 en contra de los parques eólicos, fue acosado por sicarios que trabajan para la empresa española gas natural, anteriormente llamada Fenosa, propietaria del parque. Debido al constante zumbido asegura que está perdiendo el oído, antes podía distinguir sonidos de motocicleta o de auto y saber a qué distancia estaban y hasta de quien eran.
Ahora sufre la falta de agua, causada directa o indirectamente por la empresa que lo quiere fuera. Pero Celestino se resiste, siembra vida en medio de un paisaje hostil para su maíz, las papayas y los plátanos que crecen en racimos, para sus gallinas y sus vacas que se pasean entre los gigantes que miden cerca de 80 metros.
La mayoría de sus vecinos campesinos han aceptado el dinero ofrecido por la empresa, para que dejen de sembrar, pero él no. Asegura que no hay dinero que compre la vida que el cultiva.
El parque que rodea la tierra de Celestino es uno de los más de 30 que hay alrededor del istmo con una concesión de 25 años con posibilidad de renovarse otros 25. Dicen que es para que esta área del sureste mexicano, progrese y sus habitantes estén mejor. Lo cierto es que estos megaproyectos no generan empleos, la mayoría son de empresas extranjeras y la energía que generan no es para los pobladores sino para empresas como walmart, bimbo, nestlé, entre otras.
Celestino es como un moderno quijote que lucha y resiste contra los gigantes molinos de aire. Celestino es un ejemplo de lucha por la vida.
Celestino es un ejemplo de que el sur resiste.